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En estos últimos tiempos de restauración de la fe dada una vez a los santos, han  surgido grupos dentro de la búsqueda de las raíces hebreas de la fe y de algunos sectores mesiánicos que enseñan la doctrina de “Una sola Ley (Toráh) para todos”, explicando que todos los seres humanos, judíos y no judíos están igualmente obligados a cumplir con todos los preceptos de la Toráh, es decir, la Ley de Moisés.

Por otro lado, en muchos sectores del cristianismo se ha enseñado históricamente que ni el judío ni el gentil deben guardar la Ley de Moisés puesto que esta es ineficaz y caduca porque de acuerdo a su teología, La ley divina fue clavada en la cruz.

Las dos posiciones violentan las Escrituras y debemos tener mucho cuidado con la forma cómo aprendemos y enseñamos sobre este tema, pues estamos llamados trazar correctamente la palabra de la verdad (2Ti 2:15).

Para quienes enseñan la doctrina “Una sola Ley para todos”, versos como Hechos 15:19-21 y Hechos 21:25 son considerados como instrucciones paulatinas dadas a los no judíos, que se adherían al movimiento que declaraba a Yeshúa como el Mesías. Es decir, para estas personas los Sh’lijim (apóstoles) de Yeshúa no quisieron decir: «Ustedes los gentiles que viene al Mesías no deben circuncidarse» sino «No se sientan presionados ahora por eso, lo tendrán que hacer en su momento».

Muchas veces, dichos maestros emplean ciertos versos de la Toráh para respaldar la creencia de «Una sola Ley». Los versos más comunes son Shemot/Éxo. 12:49 y Bamidbar/Núm. 15:15-16. Observemos los textos bíblicos:

«Si algún extranjero habita contigo y quiere celebrar la Pascua para YHVH,  que le sea circuncidado todo varón,  y entonces la celebrará,  pues será como uno de vuestra nación;  pero ningún incircunciso comerá de ella. LA MISMA LEY regirá para el natural y para el extranjero que habite entre vosotros» (Éxo. 12:48-49. Énfasis añadido).

«UN MISMO ESTATUTO tendréis en la congregación para vosotros y para el extranjero que con vosotros vive.  Será estatuto perpetuo por vuestras generaciones;  igual que vosotros,  así será el extranjero delante de YHVH. UNA MISMA LEY y un mismo decreto tendréis,  vosotros y el extranjero que con vosotros vive» (Núm. 15:15-16. Énfasis añadido).

Viéndolos de manera rápida, los versos parecieran decir que el Eterno deseaba y espera que tanto judíos como no judíos guarden su Ley/Toráh de la misma forma, sin ninguna distinción. Sin embargo, una mirada a estos versos dentro de su contexto, y una consideración a la luz de todas las Escrituras y del judaísmo, hacen que los versos cobren un significado distinto. No necesariamente el interpretado por estos maestros.

EL CONTEXTO DE LOS VERSOS DE «UNA SOLA LEY»

Al examinar el contexto de Éxodo 12:48-49 y de Números 15:15-16 nos damos cuenta que ambos hablan de aspectos particulares y específicos y que no buscan ser la generalidad.

El texto de Éxodo 12 nos habla de la celebración de Pésaj (traducida como «Pascua») y en Números se nos habla de ciertas ofrendas especiales traídas al Tabernáculo y luego al Templo. Si (y solo si) un extranjero quería participar de dichas cosas, debía hacerlo con las mismas reglas de un Benei Israel (hijo de Israel). Si quería comer Pésaj, debía tener el mismo requisito que un hijo de Israel: ser circuncidado; de igual manera, si quería traer una ofrenda, debía hacerlo con las mismas reglas.

Pero si somos objetivos podríamos llegar a la conclusión de que el simple hecho que tenga que especificarse que para esas circunstancias debía haber una sola Ley, prueba que para otras no había la misma obligación, ¿No lo creen?

Por ejemplo, un gentil no tenía la obligación de usar tzitzit (flecos) en sus vestidos (Núm. 15:37-41); tampoco está obligado a poner Mezuzá en su casa (Deut. 6:9), ni tampoco estaba obligado a guardar todos los mandamientos de la identidad del israelita, que cada judío sí debe hacer. Dichos versos, no pueden usarse para implicar el hecho de una misma obligatoriedad ante la Toráh.

De hecho, en la Toráh hay normas para un variado grupo de personas: Judíos, mujeres judías, nazareos (Núm. 6:1-21), levitas, cohanim (sacerdotes), el Cohen HaGadol (El Sumo sacerdote) y también hay normas universales que aplican a toda la humanidad.

Nos tenemos que hacer algunas preguntas para pensar mejor las cosas: ¿Había una misma ley para el forastero (guer), para el gentil (nokrí) y el israelita en asuntos de comer animales muertos como en Deut. 14:21? ¿Era pecado para un Israelita común y corriente casarse con una mujer repudiada solo porque el Eterno lo prohibía a los descendientes de Aarón (Lev. 21:1,7)? ¿Constituía una transgresión a cualquier israelita impurificarse por su madre o su padre en su muerte, solo porque el Eterno lo prohibía al Cohen HaGadol y al Nazir (Nazareo) (Lev. 21:11, Núm. 6:7)? ¡Claro que no!

Hay mandamientos específicos en la Toráh para cada grupo y ninguno es culpable por no guardar los que no aplican a él. De igual manera que un judío estaba exento de cumplir mandamientos del Cohen (Sacerdote), un no judío no estaba y no está obligado por la Toráh a cumplir mandamientos que aplican de una manera especial al judío.

LAS LEYES UNIVERSALES DE LA TORÁH

El judaísmo ha establecido exactamente lo mismo que estamos hablando: El no judío no está obligado a guardar todos los mandamientos de la Toráh.

La idea judía es que la Toráh de Moisés es una verdad para toda la humanidad, ya sea judíos o no. La Toráh (como lo explica el Talmud – Sanedrín 58b) presenta siete mitzvot (preceptos) que los NO judíos deben cumplir como base para su relación con el Dios de Israel. Estas siete leyes son los pilares de la civilización humana, y son llamadas las “Siete Leyes de Nóaj”, ya que todos los seres humanos son descendientes de Nóaj/Noé.

En la teología judía, cuando una persona no está unida por medio del pacto de la circuncisión y vive como vivió Noáj, con una relación íntima con Di’s, en justicia y cumpliendo unos preceptos básicos, se le considera un Benei Nóaj o Gentil Justo de las Naciones.

Esto no significa de manera alguna que las Siete Leyes sean las únicas leyes o instrucciones válidas y normativas para las naciones, sino que constituyen las columnas fundamentales de las cuales se derivan otros principios y mandamientos de la Instrucción Divina. Pero estas Siete, son como el índice de un libro que contiene, en ellos mismos, una riqueza mucho mayor cuando se van comentando los principios generales en el resto de las páginas de la obra para la cual el índice solamente expresa la sustancia primaria.

El Talmud (Sanedrín 56a) enumera las Siete Leyes:  No Idolatría, No blasfemar o maldecir a Dios, No asesinar, No robar, No cometer inmoralidad sexual, No comer alimentos prohibidos (Especialmente Sangre, miembros extraídos de un animal vivo o estrangulado) y Establecer cortes de justicia. Inmediatamente después de mencionar esto, los rabinos del Talmud añaden más, para mostrar que es una lista condensada y básica pero NO los únicos mandamientos que el Eterno dio a las naciones no judías.

Al no judío que guarda estas reglas, se le ha conocido en el judaísmo también como «Yiré Elohim», esto es, «Temeroso de Dios» y también «justo de las naciones». No debe confundirse al «Yiré Elohim» con el prosélito, siendo este último un israelita legal por haber recibido el pacto de la circuncisión.

La Biblia contiene numerosas referencias a estos gentiles, que sin llegar al punto de hacerse judíos por medios de la circuncisión, viven rectamente delante de Dios y son aprobados por Él (Salmos 135:19-21; 118:1-4, Hec. 10:1-2; 13:15-16,26; 18:7, etc).

Una gran similitud entre las siete leyes de Nóaj y la disposición de los apóstoles es obvia cuando comparamos los mandamientos de los que habla el Talmud y la decisión de Yaakov (Jacobo), el hermano de Yeshúa en Hechos 15:19-21. Muchos han llegado a especular que Yaakov, no incluyó el robo, el asesinato y las cortes de justicia, pues ya eran parte de la moralidad y ley del imperio romano. Dicha especulación es muy probable.

El pasaje donde está claramente establecida la diferencia de aplicación de la Toráh, en el pensamiento de los Sh’lijim (apóstoles), es Hechos 21:17-25. Veamos lo que dicen:

«Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con regocijo. Y al día siguiente Pablo fue con nosotros a ver a Jacobo, y todos los ancianos estaban presentes.  Y después de saludarlos, comenzó a referirles una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles mediante su ministerio. Y ellos, cuando lo oyeron, glorificaban a Dios y le dijeron: Hermano, ya ves cuántos miles hay entre los judíos que han creído, y todos son celosos de la Ley; y se les ha contado acerca de ti, que enseñas a todos los judíos entre los gentiles que se aparten de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni observen las tradiciones. Entonces, ¿qué es lo que se debe hacer? Porque sin duda la multitud se reunirá pues oirán que has venido. Por tanto, haz esto que te decimos: Tenemos cuatro hombres que han hecho un voto; tómalos y purifícate junto con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos sabrán que no hay nada cierto en lo que se les ha dicho acerca de ti, sino que tú también vives ordenadamente, acatando la ley. PERO EN CUANTO A LOS GENTILES QUE HAN CREÍDO, nosotros les hemos escrito, habiendo decidido que deben abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación»” (Hechos 21:20-25 LBLA).

El pasaje es claro: los emisarios de Yeshúa establecieron que los gentiles no tenían que guardar cosas que eran concebidas para judíos (como el voto de Nazareo que concluía con el rapado de la cabeza del que hacía el voto. Ver Números 6:18). El judío, como en este caso Pablo, tiene responsabilidades de pacto que el no judío no tiene. Por lo tanto, no es obligación para él guardar las mismas cosas que el judío.

Los apóstoles entendieron muy bien esto y hacían que la identidad israelita se preservara; mientras que los no judíos no experimentaban obstáculos innecesarios para su conversión al Dios de Israel.

¿PERO ACASO NO ES CIERTO QUE “YA NO HAY JUDÍO NI GRIEGO”?

Como último recurso, algunos apelan al verso de Pablo donde se dice: “Ya no hay judío, ni griego” (Gál. 3:28) para indicar que para Dios somos iguales y por lo tanto, se nos exigen las mismas leyes. Este verso, curiosamente, también es usado por muchos cristianos para decir que la identidad y observancia judía son irrelevantes ahora en el Mesías.

Si ese verso en realidad fue escrito por Pablo, para insinuar que ya no hay ninguna distinción en el cuerpo del Mesías Yeshúa, surge al instante una gran dificultad: El verso sigue diciendo: “no hay varón ni mujer”. No creo que sean muchos los que se les puede ocurrir la ilógica idea de que en el Mesías los hombres ya no somos hombres y no hay razón en ser distintos. ¿Se podría usar el verso para declarar también irrelevante la distinción entre hombres y mujeres? ¡Espero que no!

El verso habla de la falta de cualquier tipo de discriminación en el cuerpo del Mesías, y no de distinción dentro de él. La salvación es por la obra redentora de Dios a través del Mesías y por la gracia derramada en él a todos por igual; sin embargo, la distinción entre hombre y mujer y judío y gentil es algo necesario y es parte del plan de Dios. En la era mesiánica, la identidad de Israel y las naciones podrá discernirse perfectamente pues ha sido el plan desde el inicio.

Así que los versos usados por la teología “Una Sola Ley para todos” no implican una sola ley en todos los sentidos de la vida delante de Dios; hablan de circunstancias particulares y hacen dicha aclaración para enfatizar la igualdad de leyes para esos casos específicos (Pésaj y el tipo de ofrendas que allí se daban). Los sh’lijim (apóstoles) de nuestro Mesías Yeshúa, legislaron la diferencia entre los mandamientos que aplican a toda la humanidad, y aquellos que aplican a los hijos de Israel que han nacido dentro del pacto de la circuncisión.

Es tarea de todos estudiar y aprender qué provisiones tiene la Toráh para el judío y para el gentil. También es muy importante comprender que entre judíos y no judíos creyentes en el Dios de Israel, los que son parte de la comunidad del Mesías, debe existir una perfecta unidad y no necesariamente una perfecta igualdad. Esta perfecta unidad a través del Mesías significa unidad de criterio, de pensamiento, de motivación de intención para hacer la voluntad soberana del Padre celestial.

Cuando un hombre y una mujer se unen en matrimonio, vienen a ser una unidad, es decir, compartir una misma vida, una misma casa, un mismo lecho, una misma meta, cada uno dando lo que el otro no tiene y recibiendo lo que le falta. Los gentiles que se han arrepentido de sus pecados, se han convertido al Dios de Israel por medio del Mesías y sus méritos y los Benei Israel (hijos de Israel), tienen ahora, por el oficio realizado por el Mesías Sufriente, una misma misión: la redención final del mundo. En consecuencia, cada uno, según la porción que le ha tocado y usando las herramientas dadas y la posición dada en el cuerpo del Mesías, deberá colaborar bajo la dirección de la Cabeza, en perfecta unidad, para alcanzar esa redención final que ha sido prometida. No acusándose ni mordiéndose unos a otros, ni procurando cambiar la biología de cada uno, es decir, no haciendo judío al gentil ni gentilizando al judío, sino asumiendo cada uno, en el estado que fue llamado, su lugar en la redención, pero mancomunadamente, en unidad.

Además, una cosa es absolutamente clara: La Toráh, la Ley divina tiene provisiones para el judío y para el no judío, no la anuló ni la anulará nadie, pues ya el mismo Mesías nos lo dijo en una de sus más grandes enseñanzas: «¡Ni os pase por la mente la idea que he venido para declarar abrogada la Toráh o los Profetas! No he venido a abrogar, sino a mostraros cómo interpretarla correctamente. Porque de cierto os digo, hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una yud ni un adorno de una letra sagrada, pasará de la Toráh hasta que todo lo dicho en ella haya sido totalmente enseñado y alcanzado su intención original Por tanto, quien quiera que a propósito desobedezca uno solo de los mandamientos de la Toráh, que le sea aplicable, aun tratándose de los identificados como, «pequeños» y cause así que los hombres también los desobedezcan, muy pequeño será llamado en el Reino de los Cielos. Más cualquiera que los obedezca y enseñe a los hombres cómo obedecerlos, muy grande será llamado en el Reino de los Cielos». (Mat 5:17-19  Versión Textual Hebraica).

¡Sean muy bendecidos!

Su servidor,

Kenner Ospino M.
@koltorahco

Si quiere profundizar en el tema, le sugiero escuchar las enseñanzas tituladas «Nuestra Identidad en el Plan de Redención Del Eterno»

Artículo Relacionado: Preguntas y Respuestas sobre Los Gentiles Justos (Benei Nóaj) y los Judíos

2 Comentario

  • Publicado julio 18, 2015 7:19 pm
    por
    Shoshana

    Quiero comentar que en Hechos 15 se les está hablando no a guerim pero a goyim que estaban muy alejados de la verdad y eran politeístas idólatras que, como parte de sus ritos, participaban en la fornicación, bebían sangre y comían carne sacrificada a los ídolos en sus templos. La recomendación dada a ellos, no a todos los gentiles, era que una vez dejaran a un lado toda esa idolatría aprenderían la Torah en la sinagoga cada sábado (Hechos 15:21). Se comprende que dado ese primer paso entonces poco a poco irían aprendiendo y Yahveh inscribiría su Torah en su corazón y mente (Nuevo Pacto).

  • Publicado septiembre 1, 2015 6:06 pm
    por
    iluminado

    shalom, a todos.
    quiero decir que estoy entrando por primera vez.y estoy totalmente imprescionado con todo lo que he estado aprendiendo en las conferencias por video del rabi dan ben avraham,shalom

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