«Las cosas que duelen, instruyen», dijo Benjamin Franklin.
Un sabio del primer siglo, nos dejó el mismo principio hablando acerca del Mesías así: “Aunque era Hijo de Dios, APRENDIÓ obediencia por las cosas que SUFRIÓ” (Heb 5:8). Es por eso que debemos comprender que todo, absolutamente todo lo que nos ocurre en esta vida tiene propósitos elevados y está bajo el estricto control del Amo del Universo, nuestro Padre Celestial.
Permite que las cosas que te ocurren, las dolorosas, las que hoy te hacen sufrir, te puedan ayudar a conocer más al Creador, a obedecerle más, a unirte más a Su corazón. Al fin de cuentas, tú y yo sin Él no somos nada, Él sin nosotros sigue siendo Dios.
¡Que el Todopoderoso haga resplandecer Su rostro sobre ti y ponga en ti paz!