Comprendiendo Hebreos 8:13
En Hebreos 8:13 está escrito: “Al decir ‘nuevo’, ha hecho antiguo el primero; y lo que se hace antiguo y envejece está cerca de desaparecer.”
Este texto puede entenderse no como la anulación de la Torá ni de su sistema sacrificial en un futuro próximo, con la destrucción del templo unos años después de la redacción de la carta a los Hebreos, sino como una referencia al contraste entre la creación presente (que envejece y un día desaparecerá) y la realidad eterna y perfecta del nuevo hombre nacido de la resurrección de Yeshúa, en la cual no hay pecado y, por lo tanto, no se requiere el mismo tipo de sacrificios.
A continuación, una explicación punto por punto que respeta la armonía entre la Torá y la enseñanza de la carta a los Hebreos, mostrando cómo ambos niveles—el celestial y el terrenal—no se contradicen, sino que se complementan:
1. Contexto de la expresión “envejece”
– En Hebreos 8:13, la palabra griega para “envejece” (palaióo) no necesariamente elimina la validez de lo mencionado antes, sino que describe algo que está destinado a dejar de ser necesario en cierto nivel.
– Según el entendimiento profético, la creación actual, con cielos y tierra, un día serán reemplazados por “nuevos cielos y nueva tierra” (como indican pasajes proféticos), y en esa nueva creación no existirá el pecado ni la muerte (ver, por ejemplo Isaías 65 y 66). Por lo tanto, no se necesitarán sacrificios para expiación.
2. El contraste entre lo temporal y lo eterno
– La carta a los Hebreos resalta la diferencia entre los sacrificios que cubrían provisionalmente el pecado en el ámbito terrenal y la obra eterna del Mesías, que tiene el poder de quitar el pecado y transformar al ser humano en una nueva criatura.
– Estos dos niveles (el del tabernáculo celestial y el del templo terrenal) no se excluyen mutuamente. El sistema terrenal sigue teniendo su función mientras haya seres humanos en esta creación sujeta al pecado. Por eso la presencia divina entre el pueblo físico requiere un sistema sacrificial activo (como se describe en la Torá y en pasajes proféticos, por ejemplo Ezequiel 40–48).
3. El tercer templo y la restauración de los sacrificios
– Ezequiel capítulos 40 a 48 anuncian la existencia de un templo futuro con sacrificios. Esto muestra que, en la era mesiánica, cuando el Eterno se manifieste de forma plena en el mundo, habrá un servicio sacerdotal terrenal.
– El hecho de que Yeshúa hable de comer el cordero de Pésaj (Mateo 26:29, Marcos 14:25, Lucas 22:16-18) en el reino, también sugiere un contexto en el cual los sacrificios no han desaparecido en la dimensión de la tierra. Mientras que existan los cielos y tierra actuales existirá la necesidad de expiación para quienes todavía no están en la condición del “nuevo hombre” perfecto todo el tiempo que el templo físico esté y la presencia divina esté manifestándose físicamente.
4. El nuevo hombre que no necesita sacrificios
– El nuevo nacimiento, resultado de la obra de Yeshúa, produce un nuevo hombre que está totalmente libre de pecado. En la dimensión espiritual de esa nueva creación, el pecado no tiene cabida, de modo que no se requiere un sacrificio continuo por el pecado para que la presencia divina pueda morar dentro de él.
– Sin embargo, mientras existamos en la creación actual, seguimos sujetos a la realidad terrenal en la cual el pecado existe y necesita expiación para que nuestro cuerpo pueda estar cerca de la presencia divina física. De ahí que la promesa de un tercer templo y la restauración de los sacrificios no contradigan en absoluto la eficacia eterna del sacrificio de Yeshúa, pues se dirigen a un plano terrenal y temporal diferente del celestial.
5. Conclusión: complemento, no contradicción
– Hebreos no afirma que la Torá sea abolida, ni que el sistema sacrificial de la tierra desaparezca de manera inmediata.
Más bien, expone la supremacía y eternidad de la obra de Yeshúa en el tabernáculo celestial, frente a la temporalidad de los sacrificios terrenales para cubrir el pecado en una creación que va a desaparecer dentro de poco comparado con la eternidad de la nueva creación.
– Ambas realidades—la celestial y la terrenal—funcionan juntas y la terrenal es un reflejo la celestial. El sistema terrenal es la sombra que proyecta el celestial, y seguirá cumpliendo su propósito mientras exista el pecado en la realidad presente.
– Al final, cuando lleguen los “nuevos cielos y nueva tierra”, no habrá pecado y, por ende, no habrá necesidad de sacrificios de expiación. Pero mientras tanto, la promesa de un tercer templo con sacrificios (Ezequiel 40–48) demuestra que el sistema sacrificial terrenal no está anulado, sino que se verá reactivado conforme a la voluntad del Eterno por mil años más.
De esta manera, Hebreos 8:13 señala el contraste entre lo que es eterno y perfecto (el sacerdocio y sacrificio celestial del Mesías, junto con el nuevo hombre libre de pecado) y lo que es temporal y está sujeto a caducar—en última instancia, la creación presente junto con el pacto levítico—, sin anular ni contradecir el contenido de la Torá ni la validez del sistema sacrificial en el ámbito terrenal para quienes siguen en este mundo donde persiste el pecado.